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Domingo

Sería fácil suponer que por ser domingo Joel despertaría tarde, acudiría a la cocina para tomar una pera, la mordería sin darse cuenta que adentro de ella un pequeño gusano ha comenzado a digerirla desde hace días y que al masticarla algo en su lengua no está bien y sabe peor. Ignorando que se trata de un gusano, Joel mastica más lento, la pera está hecha puré y se le pega en el paladar, la cáscara se le atora en los dientes. Debe ir al baño.

Para llegar ahí tiene que sortear muchos obstáculos. Luego de una semana de abandono, su casa es un desorden. Camina entre ropa que ha tirado por aquí y por allá. Sus pies desnudos se llenan de polvo, observa su talón y está negro, debe barrer y trapear. Pero antes quiere ir al baño, abrir la boca y verter su contenido en el bote de basura. Pasa por el comedor y observa seis tazas que ha ido dejando una por día. Hay bolsas de plástico de diferentes cosas, de hamburguesas, de lonches, de papas. Evita mirar y piensa “Es domingo, pura madre que hago algo”.

Así que continúa caminando y mientras más obstáculos salen a su paso, encuentra más claro que no hará nada. Aprendió que el domingo era sagrado, que no había mejor día para descansar que ése. Dejará todo seguiría igual. Llega al baño, se sitúa frente al espejo y abre la boca. Entre los olvidos de la semana, del mes y del año, está una pequeña fuga de agua del lavabo. Un hilo de agua desciende hasta el piso, al pisar con sus pies sucios el agua deja unas horribles manchas. Con la boca abierta y con sumo cuidado comienza a inspeccionar la pasta putrefacta en su boca. Se pone en diferentes ángulos para poder observar la oscura cavidad desde distintos lados. Se agacha, se inclina, se ladea. Sus dedos son importantes auxiliares en esta tarea. Las uñas largas remueven la mezcla para uno y otro lado. Saca su dedo índice con restos de pera y baba y lo analiza frente al espejo “¿qué chingados sabe tan mal?”.

No puede evitar que en el ejercicio de exploración algunos grumos de pera se deslicen por su garganta. Siente cómo baja por su garganta ese sabor amargo, involuntario, asqueroso. Es ahí cuando en plena inspección se da cuenta de la presencia del gusanito. Una cabeza roja y un cuerpo color crema despuntan de entre la mezcla de pera con saliva. Es tal el impacto que produce el insecto en Joel que hace un movimiento brusco que lo hace caer de espaldas. Se resbala, su cráneo golpea contra el inodoro, la pasta sale expulsada de su boca tras el brutal golpe. Joel rebota directo con el piso de la regadera donde vuelve a golpearse con el filo de la tina y queda inmóvil.

No da señales de vida, el gusano cae encima de su anhelada comida sobre el pecho de Joel, si pudiera pensar sin duda diría que es fácil suponer que por ser domingo él debe hacer lo que le corresponde, para eso es gusano. Así que sigue alimentándose hasta que pasados los días logra comer una parte importante del botín. Pero ya no está solo, han nacido más como él y también tienen hambre.

El cuerpo de Joel ha reventado y las moscas inundan el lugar. Por lo general las moscas suelen presentar una competencia desleal. Llegan por cientos e incuban sus huevecillos en la carne podrida de Joel. Más rápido que pronto cientos más nacen, bien alimentadas por los fluidos corporales de Joel. Joel es ahora una masa deforme. Tiene diversas aberturas en el cuerpo. Sus órganos están expuestos, y expele vapores cuyo humor haría imposible respirar junto a él. A los insectos le vale madre.

El gusano quiere salir de ahí pero debe enfrentar muchos retos. El primero es abandonar a salvo el cuerpo de Joel. Una larga columna de hormigas ha ido acercándose y rodea el cuerpo. Algunas han comenzado a trepar por los pies. Parece que buscan a las larvas de mosca. El gusano se da cuenta y decide marcharse bajando por el cuello. Cuando comienza a hacerlo se percata que debajo de la cabeza de Joel hay un lago de sangre. Para su fortuna la sangre ya está seca, pero hay algunas zonas donde no ha coagulado. Deberá tomar en cuenta eso a la hora del escape.

El gusano quiere regresar a la cocina. Ha crecido, ahora es un gusano adolescente. De la cocine le llega un olor irresistible. Como se sabe gusano, sabe lo que su gusanitud le ordena hacer y emprende la huida. También porque no desea convertirse en alimento para hormigas. Baja con mucha dificultad por el cuello, es una zona que carece de cosas para sujetarse, tiene vellos pero son demasiado pequeños, en esa parte los poros de la piel no ayudan mucho.

El gusano observa la prolongada pendiente que debe descender. Observa también que la forma cilíndrica del cuello hará inevitable la caída, pero se atiene a que la sangre seca amortiguará el golpe. Comienza a deslizarse tras sus treinta patas y llegado el momento se deja caer. La caída es buena salvo por el hecho que quedó de espaldas, pero él es un maestro contorsionista y de un movimiento logra posicionarse de forma correcta.

Inicia el largo y extenuante camino a la cocina. Con sus minúsculos ojos logra ver a través de la puerta el lugar de donde proviene ese aroma tan suculento, a fruta en descomposición. También observa las engorrosas hormigas deambular, rastreando con sus antenitas algo para devorar. Opta por caminar lo más lejos posible de ellas, va rodeando la zona de peligro, el inodoro, un bote de cloro, una escobeta para limpiar el baño, un estropajo, un rastrillo con las navajas enmohecidas.

Del otro lado del cuerpo, la fuga de agua es contenida por las piernas de Joel formando un peligroso dique de agua. De no ser por eso la huída sería imposible. Esto no significa que la situación deje de ser extremadamente peligrosa, el nivel de riesgo está latente por todos lados. Después de veinticuatro horas de extenuante caminata el gusano logra llegar a la cocina, pero debe enfrentar una última dificultad, el aroma de la fruta proviene del pretil y éste está a mucha altura.

El gusano levanta medio cuerpo, quince patas arriba y quince abajo, trata de explorar la mejor vía para llegar a su destino. Elije la pared frontal ya que el diseño de la cocina tiene relieves que le permitirán un ascenso seguro. Sin saberlo el gusano ha definido su gusto por las cocinas integrales y está sumamente agradecido con el diseñador de la cocina de Joel.

El ascenso le toma al menos una hora. Cuando está arriba voltea para atrás, puede ver como las moscas está en franca lucha contra las hormigas, sabe que el olor que emite el cuerpo es la señal de alarma de las bacterias, se están alimentado y segregan ese extraño perfume. Prosigue su camino y trepa el platón donde el resto de peras lo esperan.

Cuando logra trepar se da cuenta que hay otros como él y que le llevan una gran ventaja. El hambre lo fastidia, está terriblemente cansando pero vale la pena dar el último estirón para ganarse la pera de cada día. Cuando finalmente encuentra una esquina más o menos solitaria de la pera, se acomoda y comienza a morder la cáscara.

La pera no ofrece mucha resistencia, está aguada pero su sabor es aún mejor. Come y come y come y come hasta que de pronto escucha un ruido insoportable. De inmediato alza la vista y ve como entran a la casa muchos hombres. Conforme estos hombres extraños van invadiendo el espacio, se van apoderando de diferentes puntos de la casa. Unos van a la recámara, otros revisan la sala. El gusano escucha cosas que no comprende y decide regresar a lo suyo.

En un momento dado observa a unos hombres sacar el cuerpo de Joel y piensa “pobres moscas, se quedarán sin alimento”.  Las hormigas que estaban en la zona de seguridad del baño rápidamente son absorbidas por la inundación. La mayoría logra sobrevivir ya que al dispersarse el agua se expande evitando crear peligrosos estanques para ellas. Además de que suelen ser buenas nadadoras por periodos cortos.

Las moscas se ven confundidas, vuelan sobre el baño sin saber que hacer, algunas persiguen el cadáver, se paran en las manos y en los rostros de los agresores que se han roban su bufete. Ellos las espantan con manotazos pero ignoran el potencial de las moscas. Más de alguna logra colarse en la camioneta del servicio médico forense.

La casa vuelve a quedarse vacía. Las peras se han terminado y por el momento los gusanos están servidos. Algunos se quedan en el platón, otros más comienzan a hacer minuciosas investigaciones. Otros han ido a explorar otras latitudes haciendo importantes descubrimientos: el bote de basura. El rumor no tardará en correr, ahí hay cáscara de plátano y dos o tres centros de manzana.

Comienza la inmigración hacia el bote de basura, van lento, no tienen prisa, apenas un día más y estarán ahí. El gusano se atrasó, está cansado y además muy lleno, se queda en el pretil para recuperar fuerzas, ha tenido unos días muy agitados y no quiere excederse, se sabe gusano y hace lo que debe, pero ignora que las cucarachas tienen el control del bote y que en este momento sus compañeros están siendo masacrados, además es domingo, y por extraño que parezca es un día de guardar para los gusanos.

 

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  1. octubre 24, 2010 a las 9:19 pm

    Buena descripción metafórica del proceso de descomposición.

  2. octubre 24, 2010 a las 9:22 pm

    😀

  3. Renzo
    octubre 24, 2010 a las 10:52 pm

    Del domingo venimos y al domingo vamos. ¿De la gusanitud a la humanidad o viceversa? Acaso una deconstrucción de la involución permaneciendo las mismas necesidades latentes. No sé. Son días para guardar.

  4. octubre 24, 2010 a las 10:55 pm

    El arte de contemplar la fermentación y la putrefacción de la vida, alimentarse de ella y seguir.

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